Uno de los aspectos más singulares de las prácticas funerarias en Tablada de Lurín, es la posibilidad de reconstruir las identidades de género de mujeres y hombres a partir de los ajuares funerarios asociados a los individuos adultos.
Con recurrencia, los hombres adultos fueron enterrados con cabezas de porra de piedra, huesos de venado, trozos de limonita y cuencos de cerámica; eventualmente, con espátulas y quenas de hueso. En contraste, las mujeres adultas fueron enterradas con botellas de cuerpo elipsoide, platos de alfarero (y sobre ellos trozos de arcilla cruda, pulidores de piedra y valvas de moluscos desgastadas) y, eventualmente, con ollas.
Un aspecto importante a considerar es que estos objetos estarían representando la identidad de la persona en vida; por ejemplo cazador o guerrero en los hombres, o alfarera en las mujeres.
Estos tipos de ajuares no estaban necesariamente presentes en los entierros de los individuos infantes, por lo que al parecer las identidades que ellos representan estarían siendo adquiridas en el proceso de maduración de la persona, quizás a partir de ciertos ritos de iniciación.
Las prácticas funerarias de la población que enterró a sus muertos en las lomas de Atocongo, son una muestra excepcional de las primeras evidencias en la construcción de identidades de género y su representatividad.